Tudor 1926 Luna, una nueva complicación de fases lunares y la colaboración de Jay Chou
El Festival de Medio Otoño es el marco perfecto para el nuevo lanzamiento de Tudor, un homenaje al misticismo de la luna envuelto en toda la tradición de la firma.
Robustez, elegancia y belleza de las líneas son los principios que predominan en los relojes Tudor, una maison que nació como una alternativa más asequible para los amantes de Rolex. La idea de producir relojes hermosos, fiables y accesibles se consolidó en 1926, cuando la casa Veuve de Philippe Hüther, establecida en Ginebra, registró la marca The Tudor para Hans Wilsdorf, fundador de Rolex, quien la retomaría en 1936, y diez años después, crearía la empresa Montres TUDOR S.A.
La colección Tudor 1926, con sus líneas elegantes y atemporales, es naturalmente, un homenaje al nacimiento de la firma que ha producido múltiples piezas de esta colección tanto para hombre como para mujer, disponible en hasta cuatro tamaños y varias carátulas distintas. Hoy el Tudor 1926 integra una nueva característica: el indicador de las fases lunares. Una complicación cargada de belleza y simbolismo que encaja a la perfección en la filosofía Tudor.

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El simbolismo de la luna
Para presentar el nuevo Tudor 1926 Luna la Maison eligió los cielos despejados de octubre con las hermosas vistas de la luna que otorga el perigeo lunar. Ese momento del año en el que se lleva a cabo el Festival del Medio Otoño que se celebra en los países orientales para honrar al único satélite de la tierra, símbolo de unión familiar y solidaridad. Para crearlo se valió de la creatividad y magia de otro astro: el multi talentoso Jay Chou.

La caja de 39 mm de acero inoxidable 316L, rodeada de un bisel liso de acero con acabado pulido, es el lienzo en el que todo ocurre: una carátula abombada que, con su aire vintage, evoca los orígenes de la firma. Está decorada con el clásico motivo “rayo de sol” sobre el que se ubican los indicadores que se alternan entre números arábigos pares y marcadores facetados con forma de flecha.

Las manecillas tienen forma de espada y corresponden al tono de la carátula que se presenta en tres colores: negro, azul, y la creada por Chou, en un hipnótico color champán. Los tres modelos revelan la figura de la luna gracias a un disco que surge detrás de un recorte negro, plateado o champán mientras la luna crece, y desaparece detrás del recorte cuando ésta mengua.

Una complicación fantástica
Las tres carátulas son espectaculares y dan su propio toque de misterio e intuición al indicador del ciclo lunar que se ubica a las 6 h y es diferente para cada color de carátula. Esta complicación no solo es la protagonista desde el lado estético es, además, increíblemente compleja ya que el reloj calcula las 24 horas del día con absoluta precisión, al tiempo que mide un ciclo completamente distinto: el de las fases lunares.

Las funciones de esta magnífica pieza están impulsadas por un mecanismo mecánico de cuerda Calibre T607-9 automático, de fabricación suiza, comparable a un “master chronometer”. El brazalete, por su parte, es uno de los distintivos más reconocidos de la maison ginebrina, y en este Tudor 1926 es el “broche de oro” que afirma la magia de la luna a la muñeca. Sus siete eslabones, que alternan un acabado satinado y pulido, lo hacen elegante, flexible, fuerte y cómodo.

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Karla Otero
Durante más de 20 años he escrito sobre arte, moda, estilo de vida y, por supuesto, sobre relojes, siempre pensando en la precisión, la belleza y el pulso creativo del tiempo.
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